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COMUNICADO A PROPÓSITO DE LA ACTUAL COYUNTURA VENEZOLANA

 

 

 

Como investigadores venezolanos, en el marco de los múltiples comunicados y debates suscitados por la dolorosa coyuntura que atraviesa el país ―una coyuntura que trasciende con mucho la dimensión político-ideológica, simbólica e imaginaria, institucional y mediática del ensordecedor, tortuoso y prolongado conflicto que ha atravesado todos los espacios de la vida pública y privada, colectiva e individual, nacional y subjetiva en Venezuela durante los últimos años de su historia republicana―, el Centro de Investigaciones Críticas y Socioculturales (IAEAL-USB) considera que hoy en día resulta tan difícil desconocer la contundencia de lo real, como inaceptable seguir confundiendo las categorías de “pueblo” y “gobierno”.

 

Más allá de los discursos (representaciones, proyectos, modelos, causas, imaginarios, fantasmas, deseos) en pugna, y del reclamo de legitimidades en que se ha dirimido el conflicto entre el gobierno de la Venezuela bolivariana y las diversas fuerzas articuladas como oposición; más allá, además, de lo que pueda interpretarse ―o no― como la ejecución de un Poder de Estado totalitario y excedido en sus funciones o como un perverso “complot” de desestabilización política, la coyuntura venezolana remite hoy al orden del acontecimiento, de lo real. Es la evidencia del fracaso de la política de un gobierno que, ante lo que se ha producido ―el desacato de varios sectores de la sociedad, y su justo derecho a reclamar por mejoras en sus condiciones materiales de existencia― reacciona de manera irracional, irresponsable y represiva, provocando entonces más violencia.

 

Si bien es cierto que en sus orígenes ―hace diez y seis largos años de arbitrariedad política, confrontación mediática, polarización ciudadana y demonización del adversario político… diez y seis largos años de “guerra ideológica”, como vocifera un conocido canal de radio bolivariano― el gobierno canalizó un importante malestar histórico ―el malestar de un pueblo que tomó las calles―; y si es asimismo verdadero que logró modificaciones jurídicas y sociales de relevancia incuestionable para los colectivos y subjetividades sociales que se articularon bajo ese rótulo; el soporte democrático del “proceso” venezolano se dirime desde hace mucho tiempo ya en términos plebiscitarios ―y es larga la discusión respecto del sentido de lo común cuando las decisiones se resuelven en una simplificación maniquea, que no parece contemplar demasiadas alternativas para los sujetados por esa dinámica reduccionista de administración de las diferencias: una dinámica “electoral” donde lo heterogéneo termina coagulando en dos grandes frentes de “toma de posición”, ciegas y sordas.

 

Por otra parte, es imposible no reconocer que en la medida en que el proyecto chavista ha insistido en reducir la política a un esquematismo plebiscitario, los grupos opositores han crecido exponencialmente y han tomado posición. Lo real es que, hoy en día, una parte importante de la población venezolana no se siente representada ni por el gobierno ni por el discurso ni por las prácticas que lo sostienen. Lo real es que allí donde el gobierno se institucionaliza como partido o el partido se corporativiza como gobierno, sea cual sea el color de la causa que defienda ―ciego y sordo―, la salida ya no puede ser política sino policial. Lo real es la fuerza irreversible de una oposición al gobierno (estamos hablando ahora de la mitad de un país), que reclama su legítimo derecho a seguir viviendo en Venezuela: con respeto y con un mínimo de condiciones para que esa vida sea posible. Lo real es el malestar popular ante un gobierno cuyas acciones se traducen en la generación de circunstancias económicas, políticas, sociales y culturales insoportables. Y lo real, en este presente doloroso que estamos viviendo, es el estallido irracional, la violencia literalizada entre una parte del pueblo venezolano (que sí, es cierto, ha gestado nuevos actores políticos y se ha amparado en nuevos liderazgos; es decir, se ha organizado como agente político) y las fuerzas represivas del gobierno (muy poderoso, escandalosamente poderoso) de un país entre cuyos habitantes ya no median las palabras, ni contienen los imaginarios.

 

A los 24 días del mes de febrero de 2014, los abajo firmantes

 

 

Miembros del Consejo Directivo del Centro de Investigaciones Críticas y Socioculturales

 

Eleonora Cróquer Pedrón (Dra. en Literatura Hispanoamericana); Erik del Bufalo (Dr. en Filosofía); Sandra Pinardi (Dra. en Filosofía); María Teresa Urreiztieta V. (Dra. en Psicología Social); Carmen Díaz Orozco (Dra. en Estudios sobre América Latina); Daniuska González (Dra. en Humanidades); Cecilia Rodríguez (Dra. en Letras Hispánicas); Celiner Ascanio (Mg. en Literatura Latinoamericana); Pedro Vargas (Mg. en Literatura Latinoamericana), Andrés Sepúlveda (Mg. en Literatura Latinoamericana); Fabiola Arroyo (Mg. en Literatura Latinoamericana); Nelly Prigorian (Doctoranda en Ciencias Sociales y Humanidades).

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